“La primera barra en Colombia en extinguirse”, y me niego a creerlo alguien desde afuera lo dijo basado únicamente en lo que se ha visto en la tribuna de los últimos partidos. La Blue Rain en la sur fue la mejor representante de la fiesta millonaria desde el semestre pasado, sin embargo debido a lo que (no) paso la semana anterior y el enfrentamiento que nunca se dio fueron también suspendidos. La sanción fue eliminar cualquier elemento: es hasta prohibida la entrada de artículos alusivos al equipo o que tengan el color azul. Las autoridades (policía, alcaldía, secretaria de gobierno, goles en paz etc) destiñeron literalmente la tribuna: es obligatorio llevar camisa blanca para poder ingresar a las tribunas sur y norte del Campin. La misma suerte corrieron las chaquetas, busos, sacos necesarios para el clima bogotano, pues la policía simplemente no lo permite.
¿Cómo llegamos acá? Mucha gente se lo pregunta al ver así las tribunas, primero fue la mítica norte los escalones que durante años alojaron al ejemplo de una barra, de aguante, en esa tribuna creció el movimiento barrista de Colombia; éramos lo que los demás miraban para poder alentar a sus equipos. Durante más de una década sin lugar a dudas el Campin era el campo más fuerte para venir, la cancha más difícil de todas, de un momento a otro, desde que los enfrentamientos pasaron a tener grandes proporciones empezaron las represalias: cada vez operativos más grandes, mayor pie de fuerza, más y más prohibiciones, diálogos, concertaciones, iniciativas unilaterales, talleres con los hinchas, reuniones de jefes de barras, planeación de protocolos para los partidos etc.
Al parecer ninguna de las anteriores sirvió, la violencia nunca se acabo, los enfrentamientos cambiaron de escenarios. Ahora el estadio es una olla a presión sujetada por miles de policías que tratan de que no “explote” sin que hayan obtenido frenar completamente las peleas; los barrios, buses, colegios, calles, avenidas, universidades, bares, parques, carreteras y centros comerciales se han convertido en el lugar donde se enfrentan los hinchas. La violencia no se detuvo, por el contrario las barras (todas, tanto las de los equipos populares como las de equipos chicos) a medida que crecieron fueron aumentado su grado de violencia, el uso de armas blancas es casi que necesario hoy en día en Bogotá, no solamente por los hinchas, sino por varios grupos sociales de la ciudad. Esto ha incrementado notablemente el número de jóvenes muertos o heridos por armas blancas relacionados con el fútbol y el número de riñas callejeras.
El trabajo de “Goles en paz” tuvo como resultado el empoderamiento de los líderes de las barras, ya que estos eran quienes podían ir a las reuniones a hablar en representación de un grupo tan diverso de jóvenes, eran los que tenían acceso a la información y a los recursos (no exclusivamente monetarios) asignados por el programa. De igual forma toda la coordinación de entrada de elementos para los partidos se realizaba a través de reuniones y acuerdos con los líderes quienes aprovecharon su situación y se hicieron “importantes” o necesarios para la barra. Todo debía pasar a través de estas cabezas visibles quienes eran supuestamente los medios para poder comunicarse con los miles de muchachos que pudieron en algún momento integrar Comandos Azules. Esto puede explicar porque el protagonismo y enfrentamiento entre facciones dentro de las barras, recordemos que cuando apareció Goles en Paz la hinchada popular de Millonarios era una sola, el día de hoy hay tres divisiones en Millos que presentan un riesgo más pues ahora los incidentes ocurren entre hinchas del mismo equipo.
Se podría pensar también en que la composición de las barras ha cambiado, el hincha bogotano de los 90s provenía de barrios de estrato medio, de familias trabajadoras que se interesaban por brindar las necesidades básicas a sus hijos. Los primeros parches de Comandos Azules provinieron de barrios como Villa luz, Santa Isabel o Teusaquillo donde jóvenes con acceso a información de otros lugares del mundo veían la pasión de los argentinos en sus pantallas, que tenían un excedente económico que les permitía pagar una boleta para ir a ver el futbol, al que originalmente iban con sus familias y fueron dejándose llevar por la marea y el fervor que veían en gente de su edad. Con el tiempo las fronteras invisibles se fueron extendiendo hacia otras zonas de la ciudad generalmente a barrios de escasos recursos, recordemos que la localidad con mayor número de barras es Kennedy, en donde mal viven cientos de muchachos seguidores de diferentes equipos colombianos, de escasos recursos, que apenas pueden ir a un colegio público donde desarrollan generalmente los mismos comportamientos de pandillas vestidas con camisetas de futbol. Zonas como Bosa, Suba, Usaquén y Usme se llenaron de barristas, de jóvenes que vieron la forma de identificarse con la ciudad y su entorno a través de la pertenencia a una barra. Las realidades que se viven en estas zonas de la ciudad fueron llevadas al escenario del futbol, y de la misma forma lo que se vivía en el estadio empezó a llegar a los barrios (a conglomeraciones de hinchas, pintadas, enfrentamientos).
Son muchos factores los que han influenciado la situación en la que nos encontramos hoy, lo escrito anteriormente son solo algunos de los posibles, estoy seguro que faltan bastantes por ser analizados. Sin embargo la conclusión es evidente: lo único que se acabo es lo más hermoso que tiene el futbol: el espectáculo de los hinchas; las tribunas ya no se llenan, no se imaginan la cantidad de Comandos que dejaron de ir al estadio solo por el hecho de no estar con ninguno de los dos bandos, ¿o ustedes creen que esos 200 pelados que van con “moneda” o con “toby” son toda la banda de los viejos tiempos? Hay miles que simplemente se cansaron, no quieren copiarle a nadie ni actuar en nombre de ningún supuesto líder, para muchos el ideal de la barra se perdió, por lo cual el seguir yendo a la tribuna no tenía sentido. Eso si la violencia no sigue como antes, por el contrario aumento y la agresividad entre hinchadas también, el consumo de drogas también se masifico entre las barras. A “goles en paz” le sobra la última parte, son “goles sin fiesta”…
Por último no creo que se haya “extinguido” Comandos Azules, eso sería darle la razón a muchos que durante años lo intentaron sin conseguirlo. Estamos en el peor momento de la historia de la barra pero siempre hay que mirar hacia adelante, no quedarse en los problemas sino empezar a buscar soluciones. Mientras eso pasa, Millonarios por fin parece quitarse de encima a los innombrables directivos que durante años lo mantuvieron en una profunda crisis. Y nosotros así.